Sigue el blog en la web

Sigue el blog en la web

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Dime cómo soy para saber quién soy

En los primeros años de nuestra vida, aproximadamente hasta los 5 años, raramente reflexionamos sobre cómo somos, si estamos haciendo las cosas bien o no, si vamos por el buen camino o si los demás nos quieren por lo que hacemos o lo que somos. Sólo nos importa sentirnos bien, “a gustito” con nuestros padres y hermanos, con nuestro entorno, que nos proporciona afecto, seguridad y diversión. Sin embargo, son unos años fundamentales para desarrollar la autoestima…
Cuando somos pequeños, las personas que nos rodean y que nos quieren, se comunican con nosotros con palabras y gestos, haciéndonos ver que tenemos “algo” dentro que aprecian, que valoran. Son nuestro espejo, nos devuelven un reflejo certero (si lo están haciendo bien, claro está) de cómo somos. Si nadie lo hace, o sólo nos dicen cosas negativas (penosamente se llama más la atención haciendo cosas malas que buenas), llegaremos a creer que no hay nada bueno en nosotros y por lo tanto nada que valorar ni apreciar. Empezaremos el camino de la vida, “cojeando”, sin pisar fuerte y teniendo mil dudas sobre si seremos capaces  de hacerlo bien.
Aunque no quiero ser determinista (siempre tendremos la oportunidad de salir del atolladero), es fundamental que entendamos la labor tan importante que tenemos en este sentido los padres y los educadores: querer, apreciar y proyectar información en forma de mensajes positivos a nuestros hijos es primordial para que empiece a desarrollarse en ellos una sana autoestima y un buen autoconcepto.
Tenemos que reconocer que a todos nos resulta más fácil criticar que alabar, vamos a dejar de poner toda nuestra atención en corregir y regañar, intentemos todos los días decirles cosas buenas, valorar aquello que hacen bien. ¡Ya veréis los resultados!

lunes, 19 de septiembre de 2011

Yo y mi monstruo

Dejadme que siga con la historia de Caperucita. La niña, poco después de lo sucedido, quiso ir de nuevo a ver a su abuelita. Tenía dos opciones, sentirse tan asustada, que la mera idea de poder encontrarse nuevamente con un lobo, la dejara en casa, renunciando así a ver a su adorada abuela, o asegurarse de que esta vez, si se lo encuentra, estará preparada para mandarlo a paseo. En fin, ¡hay muchas maneras de vencer a un “lobo”!
La huida o el bloqueo, solo sirve para agrandar el problema, así sucede con la ansiedad, si pudiéramos ponerle una imagen, por ejemplo, la de un monstruo peludo, al no querer hacerle frente, éste irá adquiriendo cada vez mayor tamaño, hasta que nosotros resultemos ridículos a su lado, de manera que nos convencemos de la imposibilidad de vencer.
Si en lugar de no querer mirarlo a la cara, le hacemos poco a poco frente, llenándonos de recursos para lograr decirle bien alto que ha perdido su poder, que nosotros somos mucho más fuertes, conseguiremos que mengüe hasta hacerse pequeñito, tanto que ya no parecerá un terrible monstruo sino más bien un gracioso muñequito, al que podemos guardar en el bolsillo.
Vivir con un “monstruo” de bolsillo es relativamente fácil, además quien sabe si no puedes acabar siendo amigo de tu monstruo!!!

martes, 13 de septiembre de 2011

El lobo de Caperucita

Sin pretender hacer una teoría exacta sobre el asunto, me gustaría contaros hoy mi opinión sobre los miedos que nos acompañan.
Todos tenemos “miedo” a alguna cosa…algunos tienen mucho miedo y otros tienen muchos miedos. Pero todos tenemos la posibilidad de ser valientes!!!!
Por ejemplo, las fobias infantiles, normales y propias algunas de la edad, desaparecen en general con los años, pero yo, por muy ridícula que sea la mía (a las cucarachas) no consigo vencerla. Me he acostumbrado a vivir con ella, de manera que se ha convertido en el “lobo de caperucita”: está ahí, escondido en el camino, esperando darme un susto de muerte en cualquier momento…
¿Sabéis que creo? Que en el fondo casi todos nos sentimos mejor teniendo algún “lobo” al que temer. Sin ponerme psicoanalítica, estoy convencida de que esos pequeños miedos, tienen cierta “conexión” con cosas más profundas (nos relacionan con nuestra infancia, con nuestra manera de entender el mundo por aquel entonces) y por eso, a menos que vayan a más, o nos limiten en nuestra vida diaria, no haremos nada para solucionarlos.
Yo hoy me he propuesto vencer al lobo…no sé si con ayuda de la abuelita o del cazador.

domingo, 4 de septiembre de 2011

"Quemar las naves"

A veces algo concreto nos impide seguir adelante. Nos anclamos en una situación, que se ha convertido en un bucle cerrado y por mucho que lo intentamos no encontramos salida alguna.
Hace unos cuantos años, yo usaba mucho esta expresión. Tenía una amiga en una situación difícil, al creer que no sería capaz nunca de olvidar algo o alguien que había quedado atrás, siempre ante cualquier paso nuevo, volvía a aquello, para entre otras cosas, encontrar una escusa para “paralizarse”.
Es muy importante desde mi punto de vista ir pasando por cada una de las etapas que tiene la vida, y si lo hacemos en el orden correcto es todo más sencillo. Cuando una termina, empieza otra.  Si nos sentimos atrapados,  debemos reflexionar si no será buena idea “quemar las naves”, esas naves que en cierto sentido están ahí para darnos seguridad y posibilidad de “volver”, pero que nos quitan la gallardía de los valientes a la hora de adentrarse en tierras sin explorar.
Yo pensaba que le debemos la expresión a Hernán Cortes, pero al parecer, Alegrando Magno ya recurrió a ella (literalmente) para vencer a sus enemigos en un momento difícil de clara desventaja para sus soldados. Lo hizo para despojarles de sus dudas y miedos y ofrecerles la única alternativa: vencer para volver a casa en las naves de sus enemigos.
El video lo explica bien.
Seamos valientes y si estas enredado, piensa si será necesario “quemar las naves”!!!