¡Resulta tan fácil desplegar toda una artillería y arremeter
contra otro!, incluso cuando éste, no tiene culpa alguna en el desatino.
La mayoría de las veces las discusiones comienzan por algo,
pero otras, no hay un motivo claro. Llevado a la guasa, recuerdo ahora el
sainete de los Álvarez Quintero, “Ganas de reñir”, aquí todo acaba bien y la
cosa queda en riña de enamorados, pero la mala intención de la protagonista, que
tiene ganas de líos, predispone toda la secuencia que se desencadena inútilmente.
Lo malo, es que son muchas las ocasiones en que no se trata
de asuntos infantiles, y acaban pagando justos por pecadores. Y ya sabemos que
la disposición y la actitud, determinan el juego incluso antes de empezar. Pero
claro, cuando uno está “tenso”, es liberador poder utilizar cualquier excusa
para explotar y acabar así con la tensión. (que
dicho sea de paso nunca acaba). En cualquier caso, no está bien pagar nada con
los demás.
Hoy escribo esto a modo de confesión, (algún día mis hijos
lo leerán) para
sentirme algo mejor, y también conseguir un empujón que me ayude con el
propósito de enmienda. “Hijos míos, perdonad mi impaciencia, por mucho que a
veces me exasperéis, vosotros sois eso, niños, y yo que debo ser la adulta, la
consciente, la que mantiene la calma, pierdo los estribos en demasiadas
ocasiones. Y aunque sé, que os digo que la culpa es vuestra…NO LO ES (al menos,
nunca lo es del todo), son otras muchas cosas las que interfieren en mi
conducta. Debo una vez más, disculparme, empezar de cero y también como en todo
lo demás, vaciar el vaso a diario, para que ninguna gota lo pueda colmar.
PD: “Niños, hay algo que si podéis hacer por mí: portaros un
poco mejor, por favooooor!!!”