Desde hace casi un año, todos los días hacemos el mismo
camino para ir al colegio, llevo a mis hijos en coche, y al llegar a uno de los
últimos semáforos, allí está él. Edwing, vende pañuelos y que lo que haga
falta, es de Nigeria, eso es lo poco que sabemos de él,pero lo más importante, es que en apenas unos segundos que dura nuestro encuentro, SIEMPRE, siempre, nos
arranca una sonrisa.
Nos cruzamos cada día, con 4 personajes muy similares, pero
Edwing es especial, siempre parece estar contento, siempre nos saluda amable y
nos sonríe. Tiene cara de Felicidad. Es imposible no darse cuenta, tanto es así
que hace unos meses, la mayor me dijo: “mamá, ¿te has fijado? Ese señor es muy
feliz “. “Sí, Paloma, tienes razón, y
tenemos que hacer algo por devolverle tanta simpatía”. Desde entonces empezamos
a darle algunas monedas, pero sobre todo, bajamos todas las ventanillas, mis
niños le saludan y él (le compremos o no) les pregunta alguna cosa, lo que le da
tiempo, “¿Qué tal niños?” “¿Están bien, niños?”
Hace una semana decidimos darle una sorpresa, le compramos
algo de ropa y hoy se lo hemos entregado como regalo de Navidad. No se lo
esperaba, ¡qué contento se ha puesto! Nos ha contado que se llama Edwing , natural
de Nigeria y nos ha dado las gracias. Entonces, se puso verde el semáforo y nos
tuvimos que ir.
Sé que es una tontería esto que hoy hemos hecho, me gustaría
poder hacer mucho más, pues es muy grande la aportación que él nos ofrece cada
día, haga frío o calor, nos recuerda que en el fondo, la cuestión de la
Felicidad tiene poco que ver con lo que se tiene en la Vida, y mucho más con
cómo se vive esta. Mil gracias de corazón, querido Edwing.
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