Pues bien, a raíz de algo bastante común, como es ir a la
playa en familia, acompañados eso sí, por primera vez por Rocky, nuestro perro
de casi dos años, comprobar su excitación y entusiasmo por pisar la arena,
acercarse a la orilla, olisquear todo un mundo nuevo y aventurarse, pese a sus
miedos (no le gusta nada el agua) a adentrarse en el mar y comprobar con el
asombro propio y el nuestro, cómo sin esperarlo sabia por instinto nadar, no he
dejado de pensar en lo poco que pensamos y recordamos tantas primeras
veces, de tantas y tantas cosas...
Hay miles de ejemplos válidos, la primera vez que vi la cara
de mi hermano pequeño en el hospital, la primera vez que intenté cocinar algo, la
primera vez que me subí en un tren, la primera ecografía de Palomita, los
primeros chapurreos de mi pequeño sobrino Angelito…
Pero es que además podemos estirar y estirar, por ejemplo:
la primera vez que fui al cine, bueno las primeras películas que fui a ver con
mis padres, la primera vez que fui en pandilla, y la que fui acompañada de un
chico, la primera vez que fui con el que ahora es mi marido, la primera vez que
llevamos a mi hija mayor, a la segunda… ¿lo veis? No se trata de añorar el pasado,
sino de averiguar cuan intensamente vives cada cosa, pudiendo ser especial cada
una de ellas.
Todas esas sensaciones, están ahí, en la retina de nuestra
memoria y si conseguimos visualizar la escena, estaremos volviéndonos un poco más
niños, capaces de asombrarnos ante las cosas pequeñas y sencillas, partiendo de
la ingenuidad e inocencia que aquellos poseen. Podemos hacer un esfuerzo por
seguir mirando el mundo así, experimentar con mayor intensidad cualquier
sorpresa que nos aguarde el día. También en esto consiste la Felicidad.
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